Fuera de lugar y en un cantero lateral de la plaza que es el centro del centro de Barcelona crece, casi escondido, un ceibo. No guarda relación con el resto de la vegetación: ni con las grandes encinas que dan sombra a los bancos ni con los rosales y agapantos que adornan otros sectores de la plaza. Es un elemento huérfano de la composición, al igual que el pino que es su compañero de cantero.
Por el Paseo de Gracia bajan los turistas, empuñando sus cámaras de fotos. Posan en cada estatua, fachada, farola. Unas señoras con amplios sombreros de paja se detienen a mi lado y observan el pequeño árbol intentando descifrar el objeto de mi interés. Lo que ven las señoras es uno de los pocos ceibos que hay en los espacios públicos de Barcelona, flor nacional de la República Argentina y de la República Oriental. También es uno de los árboles que el Ayuntamiento de Barcelona decidió incluir en el Catálogo de Árboles de Interés Local. Las rubias damas siguen de largo y yo me quedo para aproximarme y ver más de cerca las flores rojas.
Se dice que el incansable Linneo, autor del nombre científico de la especie (Erythrina crista-galli) quiso ver similitudes entre las flores del ceibo y la cresta de los gallos y que por eso eligió el epíteto crista-galli. No sé si por falta o exceso de imaginación, me cuesta ver la semejanza de las formas y en todo caso, el estandarte (el pétalo más grande) más me hace acordar a las barbillas de un gallo que a su cresta. De cualquier modo no hay que pedirle a los nombres científicos -y a los esforzados botánicos- más de lo que ya nos dan, una denominación convencional para que los que nombran un ceibo y los que se refieren a un árbol del coral o al zuiñandí sepan que están hablando de la misma especie. Más bonita y poética es otra analogía, popular esta y recogida en la leyenda de Anahí. Según este relato las flores del ceibo recuerdan las llamas que consumieron a una guerrera guaraní insumisa, acusada de brujería y condenada a la hogera.
En verano los ceibos se delatan por las manchas rojas de las flores. Es evidente que es por ellas que lo han querido los jardineros y paisajistas, y que gracias a sus flores este arbolito bajo y tortuoso de los bosques fluviales del Cono Sur se ha ganado un lugar entre los árboles que llamamos ornamentales. Sin embargo, hay que verlo en invierno, cuando ya no le quedan flores ni frutos ni hojas. Las ramas retorcidas, la corteza gruesa y rugosa, las ramillas más jóvenes, secas, dispuestas en los extremos como dedos finísimos. Entonces, envuelto en la bruma helada de la mañana, se convierte en una de las siluetas más expresivas del monte.
¡Ah! Pero estábamos en Barcelona y hoy hace un calor de locos. El ceibo de la Plaza Cataluña da sombra a la sombra de las encinas autóctonas. A veces, algunos friquis de las plantas se paran a mirarlo. Y para confirmar que somos varios, van aquí un par de enlaces a otros sitios de la web que lo mencionan:
Árboles con alma -un precioso blog de un señor que vive en Barcelona, de profesión auditor y aficionado a la botánica-, un par de fotos publicadas en Panoramio y hasta lo nombra en una crónica el músico argentino Sergio Makaroff.
Material consultado
Bibliografía
LAHITTE, Héctor B. et al.: Plantas medicinales rioplatenses, Buenos Aires: LOLA, 1998.
Material online
MIÑO, Jorge et al.: «Actividad antinociceptiva y antiinflamatoria de Erythrina crista-galli L. (ceibo)», en Acta Farmacéutica Bonaerense, 21 (2), 2002.
PENSIERO, José; Juan de D. MUÑOZ y Vanina MARTÍNEZ. «Alternativas de sustentabilidad del bosque nativo del Espinal. Área Etnobotánica», Proyectos de investigación aplicada a los recursos forestales nativos (PIARFON). s. d.
«Erythrina crista-galli», en Sistema de información de biodiversidad, Argentina: Administración de Parques Nacionales.
Pah, ese ceibo tiene más años que yo!!! Es precioso.
el ceibo para los uruguayos màs que un àrbol es un sìmbolo. La flor nacional, el logo del botànico, las ceibalitas del plan que le da su nombre…quizàs sea por ello que cada vez que veo un ceibo me lleva a travès del tiempo hasta mi època escolar.Que bueno viajar por medio de un àrbol.
Excelentes fotos y relato.
Lo gracioso es que, sin premeditación, publiqué este post justo un 25 de agosto. Lo curioso es que el 25 de agosto de 1825 la Provincia Oriental declaró la independecia del Imperio del Brasil y la unión con las Provincias Unidas con las cuales, más tarde y ya como repúblicas independientes, compartiríamos el símbolo de la flor el ceibo.
Nada es casual Eloísa, ni haber publicado justo el 25 de agosto, ni haberle dado voz al árbol que habla. Viva la causualidad!!!!!!!!!!!!!! y gracias a ti.
Robo y modifico un anónimo japonés que prologa «La balada del álamo carolina» de H.Conti
Ceibo de mi puerta,
si no volviese yo,
la primavera siempre
volverá. Tú, florece.
Pa! Hermoso.
A ese me lo perdí, culpa de un Corte Inglés…
http://fernandezdepalleja.wordpress.com/2013/02/01/366-grados-dia-255-libro-de-caras/
No te lo perdiste, ese está perdido, pobrecito. Lo encontré una vez y cada vez que paso me sorprende volver a verlo ahí, perdido.